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102 años y todavía pela papas

Liliana Cardona Marín

Todas las abuelitas inspiran amor, solo que la que ocupa estas líneas hoy aparte de ese inmenso amor que demuestra por una de sus bisnietas, es la muestra viva de la guapura de una raza. la fortaleza de las madres y el resumen de una vida vivida correctamente.






María Soledad Sosa viuda de Bañol cumplió 102 años el pasado 11 de agosto, escucha y conversa como cualquier persona de menor edad, se mueve con ayuda de un caminador, porque hace 12 años sufrió una caída que la descaderó, por eso ella y su familia dicen: “jum que no fuera por eso estaría de arriba para abajo”.


La señora Soledad nació en Támesis, Antioquia ‘La tierra del siempre volver’, pero jamás volvió y sus hijas comentan que nunca hicieron el deber de ir con su mamá a conocer. De esa misma tierra es el grupo musical Los Pamperos y su creador que solo le llevaba a ella seis años, pero él falleció en 1999. Desde ese municipio del suroeste antioqueño salieron las mulas con ‘los cajones a lado y lado’, como recuerda doña Soledad, era la mayor de las mujeres, solo tenía ocho años al momento del trasteo hacia Anserma, el pueblo en el que vivió hasta hace 15 años que llegó a vivir en el barrio Bello Horizonte de Pereira.


Con una lucidez mental que cualquiera envidiaría comenta: “Lo traían a uno en bestias hasta Caramanta, después nos pasaron a Riosucio, ahí echaban dos muchachos en un cajón y otros dos en otro cajón a lado y lado de la bestia, el resto nos fuimos para Anserma caminando mucho tiempo”. Esta mujer centenaria tuvo a sus cuatro hijos después de enviudar, comenta su hija Adiela Sosa. “Quedamos tres de los cuatro, Lucía, Félix Gonzaga y yo”.


Lo único que la afecta es la hipertensión y por eso debe cuidarse de la sal, se acuesta por tardar a las 9:00 p.m. y se levanta a las 8:00 a.m. Cuando se le pregunta por lo que hace en su día a día responde con humor negro “Por ahí sentada”, pero esto no es del todo cierto, porque no le gusta quedarse sin hacer nada y se enoja si no la dejan pelar las papas para el almuerzo, porque según la hija les dice “si, uno ya no sirve pa’nada”, ¿Cómo lo hace? a puro tacto, porque su visión se acabó y lo más curioso es que no se corta.






El secreto de la longevidad se lo atribuyen al exceso de amor y cuidado que le da toda su descendencia y al pescado, “si por ella fuera comía pescado todos los días, es muy cuidadosa y nunca se ha ahogado”, responde doña Adiela. En este punto del elixir de la eterna juventud doña Soledad le da la razón a los médicos, porque no toma leche por nada del mundo. A ratos se antoja de un bombón y se lo chupa como una niña.


Cuando se le pregunta por esta vida responde sin vacilar que “Este mundo está muy horrible, comparada a la vida buena que a mí me tocó, las cosas eran baratas y en la finca comíamos yuca, arracacha, mafafa mucha cosita, ahora nada de eso”. Como se dice en su Antioquia natal, ‘es muy charra’, porque no cree que sus tataranietas vivirán tantos años como ella, “porque este mundo va a durar poquito”, asegura con la sabiduría de quien ha visto muchas cosas.


Les heredó en vida los secretos para hacer el queso de soya y el dulce de guayaba, que según ella es “poner a cocinar las guayabas con poquita agua, después sacar la fruta molerla o licuarla y luego al fogón con azúcar ¡queda!”. “Coja cilantrón biche, lo pica con y cebolla, tomate y échele huevos ¡Ahh una comida rica!” y se despidió con un consejo: “Cuiden mucho esas vistas, yo con mis ojos buenos… por ahí estuviera”.


Cifra

10 hermanos (sobrevive 1), 4 hijos (enterró 1), 6 nietos (ha enterrado a 4), 12 bisnietos y 2 tataranietas.


Dato

María Soledad Sosa, ya alcanzó las cinco generaciones completas, un hijo de una de sus tataranietas no tendría ningún tipo de consanguinidad con ella. Su hermano menor va a cumplir 95 en diciembre, vive en Cartago y se visitan constantemente.

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