Las trabajadoras sexuales colombianas, sitiadas por la pandemia
(EFE). Carolina Gutiérrez se prepara para otra jornada de trabajo, viste un bikini dorado y botines negros, se retoca el cabello frente al espejo y se dispone a comenzar. SerÔ una noche diferente porque la cuarentena contra el coronavirus en Colombia le hizo cambiar la forma de ejercer la prostitución.
"Esto es muy ocasional pero por lo menos nos ha ayudado para sostenernos porque no tengo ni la menor idea de quĆ© serĆa de mi vida en este momento si no tuviĆ©ramos este pequeƱo ingreso", dice a Efe esta chica de 23 aƱos en la habitación que comparte con otras dos amigas en Cali, la principal ciudad del suroeste de Colombia.
Para subsistir en un medio que se quedó sin clientela por la prohibición de salir de casa que desde el 25 de marzo rige en Colombia, Carolina y sus amigas se ganan la vida atendiendo videollamadas eróticas por el teléfono celular.
Los clientes ya son conocidos y aunque esta modalidad no les da los mismos ingresos que la presencial, les permite recibir algún dinero, transferido previamente a sus cuentas bancarias, por "una interacción de media hora".
SIN DINERO Y CON RESPONSABILIDADES
"Me ha afectado bastante porque realmente soy una persona que depende de lo que trabaja diariamente y en el gremio todos tenemos responsabilidades muy grandes que cubrir", afirma sobre la cuarentena, pero se resigna porque "nadie a nivel nacional, a nivel mundial, estaba preparado para una situación de estas", dice en referencia a la pandemia de COVID-19.
A pesar de las dificultades, Carolina no puede quedarse encerrada en su habitación compartida esperando solo a que termine el confinamiento social obligatorio porque, ademÔs de sus propios gastos, también tiene un hijo de ocho años, padres y hermanos en el sureño departamento del CaquetÔ a los que debe ayudar económicamente.
Su historia es la de miles de mujeres colombianas a las que la pobreza y la falta de oportunidades empujaron a las grandes ciudades para convertirse en trabajadoras del sexo.
"Es una historia un poco compleja; en mi familia no habĆa muchos recursos para alimentar nuestra casa porque somos bastantes, entonces en cuanto cumplĆ los 18 aƱos simplemente quise poder colaborarle a mi familia" y fue asĆ como se fue a Cali "para poder ejercer esto".
Aclara que decidió irse lejos de casa "porque en el paĆs estigmatizan mucho este trabajo" y no querĆa que su familia fuera seƱalada pĆŗblicamente por su forma de ganarse la vida.
"Espero que esto acabe pronto para que nuestra vida se normalice porque los ingresos son muy mĆnimos en esta temporada", dice, y agrega que aspira a dejar la prostitución cuando cumpla los 25 aƱos y, con lo que logre ahorrar, montar su propio negocio de venta de licores.
PROBLEMA GENERALIZADO
La propagación del COVID-19 alteró dramÔticamente la forma de vida y redujo a cero los ingresos de mujeres, y también de hombres, que viven de los servicios sexuales y que ahora sencillamente no tienen qué comer, según la fundadora y presidenta del Sindicato de Trabajadoras Sexuales de Colombia (Sitrasexco), Fidelia SuÔrez.
"El Gobierno estƔ predicando pero no estƔ aplicando. Hablan de entregas de los subsidios y no ha llegado nada, hablan de mercados para ciertas localidades y no ha habido nada", manifiesta SuƔrez a Efe.
En Colombia la prostitución no es ilegal pero la lĆder sindical lamenta que todavĆa no haya un marco jurĆdico que proteja los derechos de quienes ejercen voluntariamente ese oficio, ni tampoco un censo para saber cuĆ”ntos son.
"Esta crisis generada por el coronavirus estĆ” cada dĆa mĆ”s preocupante ya que no hay ninguna protección, ni hay garantĆa de nuestros derechos como mujeres y hombres que ejercemos un trabajo mĆ”s en el paĆs y es el trabajo sexual", afirma.
SegĆŗn SuĆ”rez, los ingresos de las trabajadoras sexuales ya habĆan sido afectados por la llegada de inmigrantes venezolanas que "se han quedado con clientes que antes eran de colombianas".
Esta semana mĆ”s de medio centenar de estas mujeres que se quedaron sin ingresos recibieron ayudas de vĆveres y artĆculos de higiene por medio del sindicato.
NEGOCIOS PARALIZADOS
Esta sorpresiva alteración de la vida cotidiana causada por el COVID-19 afecta también a otros eslabones del negocio del sexo, explica Elizabeth Arturo, administradora de Eventos Liz, un club nocturno para adultos.
"Estamos a la deriva, a la espera de que el Gobierno diga regresen, pero cuando eso se produzca no sabemos (...) si va a haber dinero para este tipo de actividades", afirma la mujer, pero su angustia solo tiende a alargarse porque la cuarentena que debĆa terminar el 27 de abril fue prorrogada hasta el 11 de mayo.
En su opinión, la parÔlisis que viven les afecta de "manera cruel y despiadada porque, si no trabajamos, no comemos", dice refiriéndose a ella y a las 30 chicas que trabajaban en su club nocturno.
Edwin ArbelĆ”ez, propietario de un bar swinger (intercambio de parejas), tambiĆ©n echa de menos los "tiempos normales", aquellos dĆas en los que organizaba los llamados "viernes fuerte" a los que acudĆan hasta 70 parejas.
"El coronavirus se va a llevar almas pero tambiƩn grandes, pequeƱas y medianas empresas", dice.
El mismo problema arrastra Humberto Villegas, propietario de dos moteles en Cali, quien asegura que su negocio iba bien pero las medidas contra el coronavirus ya lo obligaron a despedir a 60 de sus 100 empleados.
"Aquà tenemos un agravante y es que como no hay auxilios del Gobierno pues viene otro coronavirus que es la crisis económica que puede ser peor que el mismo coronavirus", alerta Villegas. EFE
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