La balacera fue tan fuerte que sacó a todo el mundo de sus casas. En segundos, la cuadra se llenó de vecinos rodeando la escena, algunos en ...
La balacera fue tan fuerte que sacó a todo el mundo de sus casas. En segundos, la cuadra se llenó de vecinos rodeando la escena, algunos en pijama, otros con celular en mano, grabando lo que quedaba de una moto, dos cuerpos y un crimen ya consumado. Nadie dijo nada.
¿Qué pasó?
La noche del sábado, en la carrera 10 del barrio El Amparo de la Unión, Valle, dos hombres fueron asesinados mientras se movilizaban en una motocicleta. La ejecución fue limpia, rápida y precisa. Iban rodando cuando los sicarios les cayeron por un costado y les dispararon directo a la cabeza, sin darles opción a nada. Uno quedó tendido en la mitad de la calle; el otro, aún con las piernas sobre la moto, cayó a un costado.
Dato
Uno era Juan David Osorio Jiménez, de 32 años, conocido como Congo; el otro, Óscar Andrés González Rendón, al que simplemente llamaban González.
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El CTI llegó minutos después para hacer la inspección técnica de los cadáveres, acordonar la zona y levantar evidencias. Posteriormente sus cuerpos fueron trasladados al instituto de medicina legal para practicar la necropsia de ley correspondiente.
Mientras tanto, los vecinos seguían ahí, sin saber si mirar con miedo o resignación. Las razones del doble homicidio aún no se conocen, pero en el barrio nadie duda que esto fue una advertencia con nombre y apellido.
¿Qué pasó?
La noche del sábado, en la carrera 10 del barrio El Amparo de la Unión, Valle, dos hombres fueron asesinados mientras se movilizaban en una motocicleta. La ejecución fue limpia, rápida y precisa. Iban rodando cuando los sicarios les cayeron por un costado y les dispararon directo a la cabeza, sin darles opción a nada. Uno quedó tendido en la mitad de la calle; el otro, aún con las piernas sobre la moto, cayó a un costado.
Dato
Uno era Juan David Osorio Jiménez, de 32 años, conocido como Congo; el otro, Óscar Andrés González Rendón, al que simplemente llamaban González.
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Este último era un hincha empedernido del Nacional, de esos que no se pierden un partido y discuten cada fuera de lugar. Vestía un yin claro, una camisa negra y un suéter del verde paisa. Congo, por su parte, llevaba un saco negro con letras blancas y un pantalón oscuro.
Mientras tanto, los vecinos seguían ahí, sin saber si mirar con miedo o resignación. Las razones del doble homicidio aún no se conocen, pero en el barrio nadie duda que esto fue una advertencia con nombre y apellido.
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