Liliana Cardona Marín Es prácticamente improbable que exista un pereirano que no haya tenido que pasar, así sea en buseta, por el Hospital S...
Liliana Cardona Marín
Este último sitio nunca está solo, en una de las esquinas están los taxistas y en las otras hay restaurantes, panaderías y misceláneas. El busto de Jorge Eliécer Gaitán, pintarrajeado y todo mira de silente (será el único) hacia el hospital. En las noches los protagonistas cambian, ya no son los familiares de los enfermos los que lo habitan, sino los enfermos por las polas.
Aquí es donde tiene respaldo la queja de la señora Irma López, que recibió el Q’hubo, porque residentes, acompañantes de enfermos y algunos comerciantes se quejan del exceso de ruido en las noches, el basurero que queda después de las fiestas de remate de los denominados punketos, quienes llegan allí después del cierre de los bares alternativos de la carrera sexta.
“Esto en la actualidad está muy horrible y la policía está como maniatada, en las noches ni les hacen caso a los agentes. Le da a uno susto pasar por ahí y estamos muy preocupados, los niños ya no pueden sacar ahí las moticos porque cómo”, expresa la señora López.
El asunto es del resorte de la Policía Metropolitana, porque el Comando que es vecino del parque es de la Policía de Risaralda. El caso se puso en conocimiento de la Secretaría de Gobierno y habrá que esperar la respuesta o la acción efectiva.
“Estamos a la deriva y es una situación que día a día coge más fuerza. Me pongo a pensar qué pesar de las personas que vienen de los pueblos que tienen familiares ahí enfermos, no los dejan ingresar al hospital y van a buscar una banca o quieren almorzar y les toca aguantar el olor a marihuana o el del popó de los perros”, puntualizó la denunciante.
Es prácticamente improbable que exista un pereirano que no haya tenido que pasar, así sea en buseta, por el Hospital San Jorge. Este sector de la ciudad es uno de los más reconocidos, porque también allí se encuentra el Comando Departamental de Policía de Risaralda y el parque Gaitán.
Este último sitio nunca está solo, en una de las esquinas están los taxistas y en las otras hay restaurantes, panaderías y misceláneas. El busto de Jorge Eliécer Gaitán, pintarrajeado y todo mira de silente (será el único) hacia el hospital. En las noches los protagonistas cambian, ya no son los familiares de los enfermos los que lo habitan, sino los enfermos por las polas.
La denuncia ciudadana
El problema en el día se presenta con los consumidores de alucinógenos que en cualquier momento y sin importar si hay adultos mayores que vienen de visita al hospital, madres que esperan la cita de los recién nacidos, niños haciendo un mandado o la presencia de los agentes de policía prenden pipas y cigarros sin el menor pudor.Aquí es donde tiene respaldo la queja de la señora Irma López, que recibió el Q’hubo, porque residentes, acompañantes de enfermos y algunos comerciantes se quejan del exceso de ruido en las noches, el basurero que queda después de las fiestas de remate de los denominados punketos, quienes llegan allí después del cierre de los bares alternativos de la carrera sexta.
“Esto en la actualidad está muy horrible y la policía está como maniatada, en las noches ni les hacen caso a los agentes. Le da a uno susto pasar por ahí y estamos muy preocupados, los niños ya no pueden sacar ahí las moticos porque cómo”, expresa la señora López.
El asunto es del resorte de la Policía Metropolitana, porque el Comando que es vecino del parque es de la Policía de Risaralda. El caso se puso en conocimiento de la Secretaría de Gobierno y habrá que esperar la respuesta o la acción efectiva.
“Estamos a la deriva y es una situación que día a día coge más fuerza. Me pongo a pensar qué pesar de las personas que vienen de los pueblos que tienen familiares ahí enfermos, no los dejan ingresar al hospital y van a buscar una banca o quieren almorzar y les toca aguantar el olor a marihuana o el del popó de los perros”, puntualizó la denunciante.
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